Publicado en La princesa presumida

La princesa presumida Autor: Merce Jou  

Había una vez una princesa muy hermosa que se pasaba todo el día lamentándose de ser muy fea.

– ¡¡ Ayyyy que fea soy, que desdicha !!

Todo el que la escuchaba le respondía de inmediato

– ¡Oh no princesa!¡¡ eres muy bella !!

Era una princesa sumamente vanidosa y era lo que ella pretendía, oir continuamente de labios de todo el que la rodeaba que era hermosa, ese era el motivo de que se lamentara a todas horas para que todos exclamaran lo bonita que era.

Un día, su hermana pequeña, harta de escucharla todo el día quejándose de su inexistente fealdad, se dirigió a uno de los pajes reales y le dió una orden. Este ensillo su caballo y tomando las riendas de su magnífico animal, tomó rumbo al poblado.

¿ Que fue lo que la joven princesa ordenó al paje ? te preguntarás, y pronto lo sabrás.

El día de la fiesta anual del pueblo, todo estaba previsto para festejar, con ricos asados de cerdo acompañado con pan recién hecho y ricas verduras de la huerta, que la gente comería todos reunidos en mesas dispuestas en la plaza mayor del lugar, terminando con alegres bailes populares. Antes, debía pasar el cortejo real, costumbre de la familia real de visitar a sus ciudadanos para de este modo conmemorar y felicitar tan feliz y esperado día, mientras saludaban al gentío desde su carroza. El Rey y la Reina acudirían en cortejo como cada año junto a sus dos hijas ataviados son sus mejores y más hermosas vestimentas.

La comitiva real partió en su carruaje tirado por espectaculares caballos blancos y la princesa, sabiendo lo hermosa que lucía especialmente ese día, iba toda orgullosa levantando el mentón.

Al llegar al pueblo y comenzar a pasar por donde la gente se agolpaba para verlos, la princesa comenzó a decir desde su carroza.

– Buen dia y festejo tengáis querido pueblo a pesar de tener que soportar en estos momentos mi presencia y mi fealdad que os debe estar haciendo daño a la vista.

De repente todo el mundo comenzó a decir

– Oh princesa, sin duda tenéis razón con vuestra indiscutible sabiduría y carecéis de toda gracia, pero no todo el mundo puede ser hermoso y la belleza es algo que se lleva en el interior

Todo el mundo exclamaba cosas similares que dejaron estupefacta a la princesa , la cual estaba con una cara de espanto que era digna de ver, mientras su hermana, muy linda también por cierto, la miraba sin decir nada.

Al terminar el cortejo, sin decir una sola palabra, la princesa corrió escaleras arriba camino a sus aposentos.

El Reye en ese momento miró a su hija menor y le guiño un ojo. La hermanita había urdido un plan y pidiéndole permiso a su padre el Rey para llevarlo a cabo, había enviado al paje al pueblo ese día a pedirle al pueblo que exclamarán esas cosas a la princesa a su paso, ofreciéndoles a cambio un cargamento de telas y piel para confeccionar ropa y calzado, ¡ que nunca vienen mal !.

Y te preguntarás de nuevo ¿ pero para que le hizo eso a la princesa ?, y yo te respondo que para darle una lección; desde ese día, la princesa no volvió a lamentarse de ser fea, y dejo de torturar a toda la corte con sus falsos llantos de lágrimas de cocodrilo, aprendiendo a dejar la vanidad a un lado y siendo menos orgullosa, engreída y manipuladora.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado

 

Autor:

«Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento» —Eleanor Roosevelt

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