Publicado en El sastre y el oso

El sastre y el oso

unnamed

Es la historia que trata sobre un sastre, un zar y su oso.

Un día el zar envía a buscar al sastre porque descubre que uno de los botones de su chaqueta más querida se había caído. Al zar no le gustaba estar impresentable por orgulloso, pero además era autoritario y cruel, como todo aquel que se aferra por mucho tiempo en el poder, así que autoriza para que encuentren al sastre para decapitarlo al día siguiente.

No tardó en hacerse realidad y el sastre fue arrancado de los brazos de su familia y fue llevado a la cárcel del palacio hasta la hora de la ejecución. Al anochecer un guardia llevó la cena al recluso. Cuando le fue entregado el plato el sastre viéndolo revolvió la comida con la cuchara y dijo:

-Pobre zar.

El carcelero se rio de las ocurrencias del sastre y respondió:

– ¿Pobre zar? Pobre de ti que estas sentenciado a muerte dentro de horas.

– Pobre zar, ya que con mi muerte nunca verá lo que para él sería su más grande alegría. Oír

a su oso hablar.

– ¿Puedes hacer hablar a los osos? ripostó el carcelero.

– Un viejo truco de familia. Todavía viendo el plato dijo el sastre.

El carcelero pensó que sería una buena oportunidad para hacerse de algunos favores ante el

zar, le comunicó lo sucedido.

– ¡¡El sastre sabe enseñar a hablar a los osos!! Le dijo el carcelero al zar.

Este ni corto ni perezoso ordenó que buscasen al sastre y lo llevasen ante su presencia.

Una vez frente al zar se sostuvo una conversación digna de atención.

-¡Enséñale a mi oso a hablar nuestro idioma!

Suprema Majestad, dijo el sastre, sería para un gran placer complaceros peor la verdad es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo… y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo…

El zar hizo un silencio y le preguntó que cuánto tiempo llevaría el aprendizaje.

– Depende de la inteligencia del oso.

– Este oso, dijo el zar, es el más inteligente de todos los confines de Rusia.

-Bueno, musitó el sastre… si el oso es inteligente… y siente deseos de aprender… yo creo… que el aprendizaje duraría… duraría… no menos de…… DOS AÑOS.

Ante tal aseveración el zar cayó y se detuvo a pensar. Luego de un momento sentenció: Tu pena será suspendida por dos años. Ante lo que el sastre respondió que por el hecho de tener que alimentar a su familia no podría dedicar tanto tiempo al aprendizaje. A lo que el zar ordenó que tanto como él como su familia serían sus protegidos desde ese momento, y que el sastre se dedicase a la tarea de enseñar a hablar al oso. -Pero, dispuso, si dentro de dos años el oso no aprende a hablar, te arrepentirás y rogarás haber sido ejecutado por el verdugo. Luego d esto ordenó que llevasen al sastre a su casa con dos bolsas de oro y juguetes y regalos para su familia.

La escena no puede ser más elocuente cuando el sastre entra en su casa lleno de sorpresas para su familia cuando momentos antes era llevado sentenciado a muerta a un calabozo feo y oscuro.

Al contar la historia a su mujer, esta le recrimina por lo alocado de la propuesta al zar, y este le contesta:

– Hoy fui llevado sentenciado a muerte, ese era mi destino. Ahora regreso con provisiones a nuestra casa con dos años para que en ese periodo suceda lo que tenga que suceder, la muerte del zar, la muerte mía o… que el oso hable.

Autor:

«Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento» —Eleanor Roosevelt

Deja un comentario